No hay imagen más desgarradora que entrar al templo a poco más de un año del terrible incendio que lo destruyo el 2016 y presenciar estupefacto lo poco que ha quedado de una de las joyas virreinales no solo del Cusco sino de América colonial, todo el maravilloso trabajo de Diego Quispe Tito reducido a literalmente cenizas, apenas un pequeño altar y unos pocos cuadros del que otrora fue una de las joyas del barroco de la escuela cusqueña, máximo exponente del arte virreinal en América del Sur.
Ayer víspera de año nuevo encontré el templo abierto solo algunos ambientes de la entrada aperturados tapados con toldos que no permitían ver el techo incinerado y ennegrecido, las paredes de dos ambientes pintadas, algunos marcos de pan de oro sin lienzos, una gran pena realmente, estupor e impotencia por todo lo que el fuego consumió y una llamada de atención muy grande para el Arzobispado del Cusco a no dormirse en sus laureles esperando que el estado restaure todo el patrimonio invaluable religioso de la ciudad mientras no tienen la capacidad de poner sistemas de alarmas anti incendios que sean efectivas, es una irresponsabilidad grande lo que ha sucedido con este templo, esperemos que no vuelva a repetirse, aunque se hagan reproducciones de cada altar de cada cuadro, la perdida es simplemente irreparable.
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